domingo, mayo 21, 2006

Más allá del liderazgo de Uribe

Álvaro Uribe es uno de los mejores líderes que ha tenido Colombia en toda su historia. El problema es que mucha gente ignora que el liderazgo no lo es todo; un líder efectivo y exitoso no necesariamente es un líder perfecto ni infalible, ni, mucho menos, un líder ético.

La inmensa capacidad de liderazgo de Uribe es indiscutible: lo demuestra no sólo su 70% de favorabilidad en las encuestas sino también la vehemencia con que una gran parte de sus seguidores lo admiran y defienden. Después de tantos años de poca gobernabilidad, Uribe tomó las riendas del gobierno, se puso a "trabajar, trabajar y trabajar" y puso al país a andar en la dirección deseada por él y por sus seguidores.

Pero el trabajo incesante y el buen liderazgo no garantizan que las cosas vayan por buen camino. Son sólo herramientas que, por sí solas, no aseguran la validez de las tesis ni de los métodos del gobernante. La historia lo demuestra: Pinochet, Hitler, Stalin, Franco y Mao, por nombrar algunos al azar, trabajaron duro y lideraron a sus pueblos de manera excepcional. Sin embargo, sus objetivos, y los medios que utilizaron para alcanzarlos, fueron y serán siempre condenables.

Antes de empezar, no sobra hacer un paréntesis para aclarar que de ninguna manera se trata de comparar a Uribe con Hitler ni de tildarlo de dictador. Esto, además de ser una exageración absurda y facilista, sería una falta de respeto, no tanto con Uribe —cuya idea de que sus opositores son "comunistas disfrazados" lo deja casi en la misma posición extremista de quienes le pintan el bigote hitleriano—, sino con los millones de víctimas de tantas dictaduras de verdad.

La Seguridad Democrática: resultados ¿a qué precio?

La lucha contra la guerrilla es sin duda la principal fuente de popularidad de Álvaro Uribe. La gente percibe que Uribe trabaja duro y que dirige con firmeza a sus subalternos. Al mismo tiempo, ve que hay resultados positivos: la fuerza pública ha llegado a todos los municipios del país, las tasas de homicidios y secuestros han disminuido considerablemente, etc. Sin embargo, pasa por alto algunos detalles cuestionables en la manera de proceder del Gobierno y, lo que es peor, sigue creyendo ingenuamente que los problemas del país se solucionarán acabando con la guerrilla y que ésta se "acabará" exclusivamente por la vía militar.

Por el afán de presentar resultados, se han cometido algunas injusticias a nombre de la Seguridad Democrática. Ha habido casos en que la fuerza pública anuncia la muerte de guerrilleros y corrobora la noticia presentando en público los cadáveres de ciudadanos previamente desaparecidos (ver noticia en El Tiempo - ver nota de Salud Hernández-Mora). Y las capturas masivas han golpeado no sólo a la guerrilla sino también a cientos de ciudadanos inocentes, detenidos en redadas policiales y encarcelados por varios meses tras ser "delatados" por anónimos a cambio de recompensas. En septiembre de 2003, 117 personas fueron capturadas en Quinchía (Risaralda) por el supuesto delito de rebelión, y casi dos años después, en agosto de 2005, quedó demostrada la inocencia de 111 de ellos (ver nota de El Tiempo). Según la Procuraduría, de 1.957 capturados en 2003, 754 habían sido puestos en libertad a mediados de 2004 por falta de pruebas.

De otra parte, algunos de los métodos que el Gobierno utiliza para "ganarse" el apoyo ciudadano han puesto en duda la transparencia, la confiabilidad y tal vez hasta la efectividad de la Seguridad Democrática.

Por un lado, la idea de que quienes no apoyan incondicionalmente la Seguridad Democrática son "blandos con los terroristas" es lamentable y peligrosa. No deja de ser paradójico que Uribe, quien no pierde oportunidad de lanzar pullas a la oposición por la polarización de la opinión pública, divida a los colombianos en dos bandos: los patriotas que apoyan la Seguridad Democrática y los "comunistas disfrazados" que quieren entregar "la Patria a las FARC” (ver nota de El Tiempo).

Y, por otro lado, la rendición de cuentas sobre los resultados de la política de Seguridad Democrática deja muchas dudas en el aire. Según cálculos del Ministerio de Defensa, en 2002 las FARC contaban con 18.900 combatientes y el ELN con 3.700, para un total de 22.600 guerrilleros (ver informe). De acuerdo con el mismo informe, en el cuatrienio han sido capturados 22 mil guerrilleros, 7.292 han sido abatidos y 6.340 se han desmovilizado; es decir, las guerrillas habrían perdido 35.632 combatientes.

Si se adujera —ignorando olímpicamente el desproporcionado descuadre numérico— que las cifras oficiales son correctas, la única conclusión posible sería que los grupos subversivos reclutaron alrededor de 25 mil combatientes¹ entre 2002 y 2006. Esta sería una razón más para dejar sin piso la fijación de algunos uribistas en desconocer que la pobreza y la falta de oportunidades explican en gran parte (aunque de ningún modo justifican) la subsistencia de la guerrilla. La coerción armada por parte de los grupos guerrilleros por sí sola no logra explicar una regeneración tan rápida en sus filas.

Los logros de la Seguridad Democrática en la lucha contra la guerrilla son incontrovertibles; como bien lo señala el analista León Valencia, la guerrilla ha perdido iniciativa militar, su control territorial ha disminuido y "su penetración decisiva a las grandes ciudades se ha hecho casi imposible" (ver columna). Lo que sí es indiscutible es que, a pesar del liderazgo y la capacidad de trabajo de Álvaro Uribe, y de que sin duda ha habido resultados positivos, la política de Seguridad Democrática —y el Gobierno de Uribe en general— no es infalible, ni los métodos que le acompañan son completamente éticos.

El liderazgo electoral de Uribe

La única conclusión definitiva que se puede desprender del anterior análisis es que la opinión pública debería bajar a Uribe del pedestal de salvador de la patria al que lo subieron sus áulicos y sobre el cual se le ve demasiado cómodo.

Sólo así se puede tomar una decisión seria y bien fundamentada antes de de votar el próximo 28 de mayo. A la hora de analizar la conveniencia de reelegir a Uribe es necesario ver más allá de sus dotes de líder, de su estrategia mediática y de su manejo magistral de los medios de comunicación. (A propósito, ¿cuándo se ha visto que alguien salga airoso tras contestar una pregunta sobre el escándalo del DAS con cifras sobre el Instituto de Bienestar Familiar y el SENA como lo hizo Uribe en una entrevista con El País de Cali?)

Así como es un líder de gobierno excepcional, Uribe es el candidato ideal: la gente lo conoce, conoce su talante de líder incansable y lo ve como un mandatario amigable y confiable. Sus propuestas son percibidas por ricos y pobres y jóvenes y viejos como benéficas para todos, y su patriotismo desbordado cuaja a la perfección con la noción muy colombiana de que en Macondo nunca pasa nada porque éste es un pueblo feliz donde el optimismo y el realismo analítico no pueden coexistir. Cuestionar a Uribe es prácticamente imposible si no se quiere quedar como un enemigo de la patria ante la mirada superficial de la opinión pública.

Pero aunque Uribe es el mejor líder electoral de todos los candidatos que aparecerán en el tarjetón, su conveniencia para el país no es una verdad absoluta. Hay otras opciones que merecen ser evaluadas. Porque, a pesar del mito publicitado por la campaña pro-reelección de que todos los candidatos rajan de Uribe pero ninguno propone nada, la mayoría ha presentado programas de gobierno serios y completos.

En últimas, lo único que se puede pedir es que los votantes piensen antes de depositar el tarjetón en la urna. Que consideren todas las opciones. Que tengan en cuenta la realidad completa y que no traguen entero. Que cuestionen las extrañas cifras oficiales de la Seguridad Democrática. Que entiendan que Álvaro Uribe es un ser humano como cualquier otro, que no es infalible ni incuestionable. Y que quienes voten por él lo hagan porque están verdaderamente convencidos de que es la mejor opción para el país y no sólo porque tiene la personalidad de un gran líder político y electoral ni porque las encuestas lo hayan declarado ganador desde hace más de dos años.

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¹Los informes del Ministerio de Defensa sólo presentan cálculos del número de combatientes hasta 2004, año en que las FARC contaban con 12.515 combatientes y el ELN con 3.655. El porcentaje de disminución entre 2003 y 2004 fue aproximadamente 6.5%. Si la disminución hubiera sido similar entre 2004 y 2005, los grupos guerrilleros habrían contado con un número aproximado de 15 mil combatientes.

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sábado, enero 21, 2006

Fábula de campaña

Las FARC tienen un nuevo gran profeta. No se trata de 'Alfonso Cano', su ideólogo tradicional. Tampoco es que haya resucitado el mártir Jacobo Arenas, inspiración de los luchadores por la libertad que venden camisetas en Dinamarca para financiar al magnífico "ejército del pueblo". No. Según descubrió el Gobierno de Álvaro Uribe, se trataría del ex ministro, senador y ahora precandidato liberal a la Presidencia Rafael Pardo Rueda.

Sí. Rafael Pardo, el mismo que estaba al frente del Ministerio de Defensa en 1990 cuando la Fuerza Pública bombardeó "Casa Verde" en La Uribe, donde se encontraban cientos de guerrilleros. Pardo, a quien declararon objetivo militar en tiempos de El Caguán.

Sí: el Alto Comisionado de Paz fue informado de que Pardo habría compartido con la guerrilla datos que ningún colombiano podría siquiera imaginar, que a los estrategas farianos jamás podría ocurrírsele: un triunfo uribista mayoritario en las elecciones legislativas de marzo resultaría en que haya "Uribe para rato", ya que los congresistas uribistas harían posible la perpetuación de Uribe en el poder. La revelación más peligrosa hecha jamás desde que se descubrió que el agua moja.

Resulta que Pardo habría solicitado una cita con la guerrilla "para analizar la posibilidad de alguna acción conjunta," según informó el Comisionado (ver declaración), o "una acción política en contra del Presidente de la República," en palabras de un Comunicado de la Casa de Nariño.

De ser esto cierto —y debemos creerlo, pues, como afirmó el Comisionado, "aquí sólo cabe la unidad patriótica"— Rafael Pardo, ese traidor, ese enemigo de la Patria, aliado con las FARC, estaría conspirando contra el único presidente que ha hecho algo por este país.

"Por el interés superior del país en la paz y en el acuerdo humanitario", el Gobierno no puede probarlo (ver comunicado). O sea que se vio obligado a retractarse y a ofrecerle disculpas a Pardo. Pero podemos estar tranquilos: el episodio no va a afectar la popularidad de Uribe. El mandatario dio una prueba de su integridad y de capacidad de sobreponerse a su condición humana, demostrando que sabe pedir perdón por los errores de sus subalternos.

Y los verdaderos colombianos que amamos a nuestra hermosa Patria no necesitamos pruebas para saber, a ciencia cierta, que Rafael Pardo no está con nosotros sino con los terroristas. A Dios gracias, este episodio ayudó también para que
los medios de comunicación no armaran un escándalo innecesario por la salida de los partidos uribistas de hombres íntegros como Habib Merheg, Dieb Maloof, Luis Eduardo Vives, Jorge Luis Caballero y Jorge Castro (leer artículo sobre la purga). Eso habría afectado la salud moral pública.

Pardo ha negado las acusaciones y ha recibido el apoyo de Partido Liberal, del Conservador, del Polo Democrático y de los medios de comunicación, entre muchos otros. Prácticamente todo el mundo se ha negado a creer las acusaciones. La Revista Semana calificó el incidente como una "metida de pata" y las pruebas presentadas por el Gobierno como "un chorro de babas". Cualquiera que sepa quién es Rafael Pardo sabe de su convicción antisubversiva y de su apego a la institucionalidad. Y cualquiera que entienda algo de política podría deducir que el más mínimo acercamiento o simpatía con las FARC, una organización criminal sin convicciones políticas ni justificación ideológica, es una autodeclaración de muerte política.

Pero si lo dice el Gobierno de Álvaro Uribe, aunque haya tenido que retractarse por mantener el orden, es un deber patriótico creerlo.

Ya verán, mamertos, bandidos, terroristas, criminales, ateos, enemigos de la Patria, que el 28 de mayo les vamos a demostrar que el pueblo está firme y unido con su líder. Ese día será el comienzo del fin de los terroristas, de los corruptos y de los politiqueros.

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Más información sobre las acusaciones contra Rafael Pardo:

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