Testimonio (segunda parte): Primiparadas en Copenhague
Por Camilo Cetina*
La soledad
La soledad no es como la pintan. Es muchísimo peor, elevado al cuadrado y apenas tendrán una idea de eso. Sobre todo cuando recién usted llega a acomodarse. Y no porque falte otro ser humano al lado; es porque lo que nos hace un poquito diferentes de los animales es la comunicación. ¿Con quién vas a desayunar, almorzar y comer los primeros días? Solo. ¿Con quién hablas la mayor parte del día? No aplica porque hablas solo (así sea mentalmente). ¿Con quién sales a tomar el bus o el metro? Solo. En fin, al principio las habilidades comunicativas, en lugar de aplicarse, se atrofian.
Domicilio
Vivo en uno de esos distritos con un nombre indescifrable (Frederiksberg) que a mi parecer puede ser el nombre o apellido de alguien (¡Hey! ¡Frederiksberg! ¿Estás ahí?), o el apodo de algún legendario héroe vikingo que quiso desertar de este frío tan HP y lo mataron por querer salir de acá (pobre Frederiksberg...), o bien una comida o una marca de cerveza (¡Hey! ¡Dame una Frederiksberg!), o qué sé yo. El caso es que la búsqueda de domicilio es una actividad que se vuelve más indispensable que una urgencia estomacal luego de comer fríjoles con pezuña acompañados de un buen jugo de guayaba en leche. La cosa es así porque sin domicilio usted no tiene un número de seguridad social. Y sin eso usted no tiene nada; no puede acceder al carné para usar el transporte publico, ni al servicio de salud, ni a la biblioteca, ni puede inscribirse para tomar un curso de danés que lo salve de usted mismo en el supermercado o en los buses.
Para los hombres
Copenhague es como cualquier ciudad capital: hay cosas buenas y cosas malas. Las mujeres, por ejemplo. Así como no todas las viejas buenas son danesas, no todas las danesas están buenas. Eso sí, si usted se topa con una buena (que indiscutiblemente es parte de la mayoría), muy seguramente ella sabe que está buena; por lo tanto ella esperará a que usted tome la iniciativa. Rompamos el mito: las danesas no están ávidas de amor ni de sexo las 24 horas del día. Como las demás mujeres, tienen una predisposición casi fisiológica a esperar —como la flor al polen o la tierra a la semilla. (Estoy verificando si luego de ello actúan como una monumental e insaciable planta carnívora o como una tierna e inocente margarita.)
La maldición del “reggaetón”
Todos los que han salido, o quieren salir del país, generalmente quieren liberarse o escapar de algo: escapar de la inseguridad de las calles, de la mediocre educación, del desempleo, de la pobreza, del aburrimiento, de la familia, de su lengua materna, etc. Pero, amigos míos, déjenme darles una muy, pero muy mala noticia. Hay algo de lo que NUNCA podrán escapar por más lejos que viajen: el Reggeatton (o Reguetón —no sé cómo se escribe—). Este ritmo parece invadirlo todo como un cáncer. Ya ha invadido a Copenhague y sigue su indestructible camino de mal gusto y chabacanería caribeña. Se escuchan los gemidos de los intérpretes en casi todos los bares (excepto pubs) y los “night club” de la ciudad.
Alguna vez le escuché a alguien decir que esa música era un derivado del Reggae (de allí su nombre), pero para mí no es más que ese hijo deforme de leyenda que exhibe en los circos sus mutaciones físicas. O, ¿cómo más se explica uno que legendarios temas de Bob Marley como No woman no cry o Is this love sean la principal influencia de temas como Dame más gasolina o Metélo papi, metélo (ojo, que la tilde está puesta en el lugar que el cantante quiere)? Lo más ridículo de todo es que, para asegurarse que sus “sensuales” letras sean entendidas en un solo sentido, esta música va acompañada de unos “coros” en los que, al parecer, está gimiendo una mujer. Pero por su alto volumen parecería que en el bar hay un chimpancé atrapado en el baño de mujeres viendo a las inocentes usuarias que entran y salen.
Otros colombianos y latinos
Buscar vínculos con nuestra cultura latina o colombiana no es tan difícil en el extranjero. Con un poco de paciencia y estrategia se puede encontrar algo de comida o diversión. Por ejemplo, las discotecas o bares. Las excelentes actuaciones de Al Pacino en Scarface o en Carlito's Way (donde vemos algo del fenómeno de los primeros latinos inmigrantes en USA) se quedan cortas frente a la realidad de estos tiempos y lugares.
Primero, porque acá algunos latinos que van a los bares donde se toca “salsa” (sí, y también reguetón) de verdad tienen la cara cortada (no me pregunten por qué) y han logrado serias innovaciones en cuanto a joyería masculina que haría ver como un pordiosero a nuestro zar de las esmeraldas, Víctor Carranza.
Segundo, porque los “afrolatinos” o negros parecen disfrazados de Daddy Yanqui (sí… el cantante (¿?) de reguetón) y quieren actuar como ese sujeto.
Tercero, algunos latinos hablan un muy mal inglés y español, sobre todo los peruanos y ecuatorianos, quienes con sus largas cabelleras y particulares vestimentas parecen los clones del mismísimo Tupac Amaru, con la diferencia que desarrollan sus luchas tribales actuando en la pista de baile. Obviamente, también acuden a estos lugares algunos daneses, muchísimas danesas, latinos en viaje de vacaciones o de negocios, colombianos de diversos perfiles y con diferentes actividades, argentinos, venezolanos, cubanos,... y advenedizos estudiantes venidos a más como yo. Ambienten ese “sancocho” con salsa bien y mal bailada, más el popular reguetón, y tendrán como resultado un night club de salsa de los más populares y reconocidos en Copenhague. Esta es la globalización “de sur a norte”.
El idioma
El danés es un idioma realmente difícil. En otra ocasión me extenderé en detalles, pero en esta ininteligible lengua usted pronuncia la mitad de lo que escribe; si no domina el idioma, escribe la cuarta parte de lo que piensa. ¿Resultado? Fácil: usted mejor se queda callado porque es mejor pasar como un mudo o tímido, que por tartamudo.
El estudio
Un profesor no necesita vestir todos los días de saco y corbata para ganarse el respeto (de hecho mi profesor de Microeconomía —PhD de Harvard— viste habitualmente jeans y una suerte de sandalias). No hay que decirle “Doctor” (así haya hecho PhD, como en las mayoría de los casos); es suficiente con decirle “Professor” o, simplemente, llamarlo por su nombre. Cada tema que usted ve en clase tiene ejercicios de aplicación. Usted puede comunicarse con ellos por e-mail y casi el mismo día le resuelven las dudas.
De nuevo, espero haber hecho daño en sus indicadores de productividad diaria (no mayor al que les puede hacer el MSN o un café o una cerveza en medio de sus jornadas laborales o académicas), o bien espero haber compensado el daño con una sonrisa.
*Mi nombre es Camilo, tengo 29 años, soy de Bogotá y llegué a Dinamarca hace un poco más de un mes para adelantar estudios de Maestría en la U de Copenhagen. Quiero hacer amigos colombianos en este medio, dado que la amistad en este país con la gente se construye de otro modo y con otros tiempos o plazos muy diferentes a los nuestros.
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Etiquetas: colombianos en el exterior